Psicología del cambio climático.
Psicología del cambio climático.
La psicología conductista intenta explicar a la “inercia comportamental” en términos de patrones contaminantes aprendidos o simplemente hábitos; sin embargo, al profundizarlo desde el psicoanálisis, decimos que esa inercia es producto del drama arcaico, que sume al sujeto en la “miseria neurótica”. Esa inercia que ató al individuo a “satisfacciones pregenitales” e impidió la madurez psicofisiológica, luego, desplazará el “interés”, a “necesidades artificiales” creadas por la cultura dominante.
“Cuando el Psicoanálisis triunfó y se hizo respetable, olvidó su esencia radical y ostentó lo generalmente aceptable. Conservó aquella parte de lo inconsciente que Freud había puesto de relieve: las apetencias sexuales”; [… ] “La sociedad de consumo se deshizo de muchos tabúes victorianos. Ya no fue desquiciante el descubrir uno, sus propios deseos incestuosos, el “miedo a la castración” o la “envidia del pene”. Pero descubrir rasgos de carácter reprimidos como el narcisismo, el sadismo, la omnipotencia, la sumisión, la enajenación, la indiferencia, la traición inconsciente a la propia integridad, la índole ilusoria del propio concepto de realidad; el descubrir todo eso en uno mismo, en la trama social, en los dirigentes que uno sigue [… ] eso es sin duda “dinamita social” [… ] lo que entonces era revolucionario, hoy es convencional [… ] Erich Fromm: Anatomía De La Destructividad Humana”- 1975.
Si bien la sociedad de consumo provocó los altos niveles de contaminación de nuestra era, existen sectores conservadores de centroderecha, que atienden a la necesidad de poner límites, regular la economía y proteger el medio ambiente; por otro lado, hay una extrema derecha negacionista, que desatiende la necesidad de regulaciones. El panel climático de la ONU, junto a muchos sectores del socialismo, y de la socialdemocracia, han ayudado a tomar verdadera consciencia del problema; otros sectores más radicalizados del socialismo, y del comunismo, han levantado las banderas verdes exagerando ciertos datos con el objetivo de sumar activistas, para entrar en una guerra con el capitalismo. Lo cierto es, que debido a los automóviles y a la utilización combustiones en general (nafta, diesel, bio_diésel, bio_etanol, gas, madera, biomasa, incendios, cocinas, etc.), la humanidad se enfrentará a un holocausto climático, una alteración severa del clima, producto de la acumulación de CO₂ en la atmósfera; la mayoría de los líderes del mundo (tanto de izquierda como de derecha), prefirieron adoptar el negacionismo y han hecho oídos sordos a las advertencias, que crearon los científicos en las últimas tres décadas, las han descalificado. Algunos pseudo-progresistas e incluso, ciertos sectores del socialismo, piensan que adoptando el prefijo bío se soluciona el problema, por ejemplo: producto de negociados tramposos y/o por falta de información, estos sectores que levantan las banderas verdes, llevan décadas promocionando combustibles “bio” (biodiesel, biomasa o bioetanol), disimulados tras la fachada de “lo renovable”; pero en realidad, no son sustentables ya que son una forma de combustión y generación de CO₂, igual o superior a la del petróleo, una “contaminación verde”, disfrazada de ecológica (no cuestiona de fondo la matriz energética); por otra parte, la derecha más negacionista tergiversó toda información, y, mediante el mecanismo de la polarización, instaló la idea de que toda postura científica, que no acompañe el “consumo ilimitado” es anacrónica y “marxista”, (contaminar menos, implicaría consumir menos, y eso no alienta “la competitividad” y “el crecimiento sostenido”, del darwinismo social neoliberal); pero, el espíritu científico, que busca la verdad, no cree que la polarización en el comunismo pueda ser una alternativa, al contrario, veamos sino a China, el país que más contamina al mundo es comunista y se jacta de ser el más competitivo.
El dogma del crecimiento sostenido hace estragos a “diestra y siniestra”, las nociones de “crecimiento responsable”, o de “economía sustentable” se utilizan de manera demagógica y eufemística, afirmando narcisísticamente una supuesta superioridad moral, que está inmersa en una lógica competitiva, en la idea rígida y autocéntrica de ganarle a la competencia, (sea esta otra empresa, ideología o estado vecino). Incluso, algunos “líderes” del movimiento espiritual de “la nueva era” se suman a la “contaminación verde”, pues, terminan polarizados y realizan una práctica condicionada socialmente, una “espiritualidad competitiva”; según muchos de ellos “se es más espiritual cuando se viaja a la India, se baña en el Ganges y se medita en Arunachala”, aunque, el viaje en avión contamine más, que un incendio forestal de magnitudes bíblicas.
En toda la esfera de la política abundan mansiones y aviones de lujo, la corrupción es transversal a las ideologías, y es justificada por la polarización sectaria, “narcisismo grupal”; muchos presidentes han sido denunciados, e incluso, condenados por corrupción en los últimos años, además hemos asistido al desfile de los ricos “socialistas”. El hijo del “comunista” Nicolás Maduro, se paseó con las zapatillas más caras del mundo en una Venezuela hambreada, hay 100 causas judiciales que confirman la corrupción estructural del PSOE en España, la expresidente de argentina, (“anticapitalista”), utilizó en su mandato carteras de la misma marca que empleó el hijo del comunista; y miles de muestras más, de que somos gobernados por una casta que es parte del problema, aunque diga que viene a solucionarlo.
La frivolidad de muchos líderes denota la falta de conciencia, de su alienación en el “fetichismo de la mercancía”, y hemos visto, que no es una cuestión ideológica, sino una parafilia, una psicopatía: la “perversión fetichista”, descrita por Sigmund Freud. Medio Oriente se desangra, se incrementa la amenaza nuclear, los refugiados ambientales, las crisis humanitarias y un sinnúmero de dramas, confirman que hemos sido guiados por nuestros “líderes” para entrar en guerra con el ecosistema, y la prioridad hoy, no es encontrar la paz. La catástrofe climática podrá quizás ser mitigada, pero, ya no, evitada; y es que el hombre no ha aprendido a regular su economía a través del “principio de realidad”, y ha sido conducido por los gobiernos populistas, a consumar exponencialmente el “principio del placer asesino”.
La principal reflexión de Freud realizó sobre las masas fue que: “… el hombre suele aplicar cánones falsos en sus apreciaciones, pues, mientras, anhela para sí y admira en los demás el poderío, el éxito y la riqueza, menosprecia, en cambio, los valores genuinos que la vida le ofrece…", luego, continúa desarrollando, la idea de que la prosecución del deseo individualista impulsa, como fin principal, el programa del principio del placer (hedonismo), es decir, la persecución de la felicidad (irrestricta), evitando el “displacer”, que implica trabajar y obtener recursos genuinos para la subsistencia. Por eso, la gran mayoría admira y desea imitar a la minoría, que tiene poder, dinero y fama. Freud explica, que existe, además, otra minoría diferente, excepcional, cuya vida se rige por otros intereses, en la que se destaca su sabiduría, su arte (el amor por su trabajo), y su “mínimo” interés en el factor económico.
El que ama se hace humilde, aquellos que aman, renuncian a una parte de su narcismo, para dar como acto de amor, su libido sublimada.
Freud se refería a individuos arquetípicos, ejemplares, que podían amar y sublimar las pulsiones, como los artistas, filántropos o altruístas; podríamos citar a Gandhi, Jung, Krishnamurti, Mandela o Martín Lutero, entre otros “individuos excepcionales. Estos hombres alcanzaron lo que Kohlberg denominó la “Moral Postconvencional”, de los principios éticos universales. El pensamiento global o mundicéntrico, de la moral postconvencional juzga las acciones, de acuerdo a criterios relativos y universales, es decir, no a lo que está bien y es adecuado para el grupo propio, sino para toda la humanidad. La conciencia verdaderamente ecológica, no es una visión romántica o un anacronismo hippie, es una necesaria relación de interacción mutua y de mutua interpenetración, en la que totalidades (el ecosistema) y partes (el hombre) son vistas, también en virtud de las relaciones, que existen entre ellas
Al degradar los valores genuinos de la vida, la cultura de masas, fomenta un sujeto inmaduro que no recibe señales sobre la necesidad de renunciar a algo, “no ama” la renuncia pulsional que implica crear amor en el otro y, de esa forma, intenta arrancarle al mundo satisfacciones fetichistas. Freud nos demostró que la dualidad pulsional Eros-Tánatos, debe equilibrarse dinámicamente en la “sublimación” (ver nota al pie) para hacer posible la “amalgama” de comunidades, el lazo social, el amor.
“El amor, el trabajo y el conocimiento son la fuente de la vida, también deberían gobernarla”. Wilhelm Reich.
Freud alertó sobre la profunda necesidad de que nuestros líderes fueran personas de visión superior; en su encuentro con Einstein, explicaron los impulsos que nos llevan a la guerra. Hoy, bajo la inercia de las mismas tendencias, estamos desencadenando una catástrofe climática. La tercera década del milenio se inicia con una crisis medioambiental y humana sin precedentes. La Tierra, para salvarse y seguir siendo habitable, necesita personas que puedan amar y aportar soluciones creativas. El que ama comprende holísticamente y aporta medidas integrales. Lo que salvará a nuestra especie y a la vida en la Tierra serán las plasmaciones culturales, que entrelacen las almas de los hombres, actividad “sublime” de unión mediante el Eros, que es la síntesis del amor supremo.
Nota: La sublimación es un concepto freudiano, que expresa la posibilidad que se abre a partir la “renuncia” a lo pulsional: la transmutación alquímica de la energía sexual, que no tiene por objetivo ni el placer propio, ni la represión del mismo, sino que se lanza a otra meta o actividad anímica placentera, cuyo fin es el bien común, una actividad social o cultural, el amor. Esto la diferencia de otras metas, más que nada, de la satisfacción autoerótica (en cualquiera de sus vías: la oral-alimenticia, la sexual, etc.).